martes, 20 de julio de 2010

Vh nos sigue diciendo:
El hombre nuevo: el marero. La nueva sociedad: las maras

La institucionalización de la moral marera: incapacidad y parasitismo (continuación)

Muchos son los programas y diversas las entidades gubernamentales y no gubernamentales que están involucradas en el fenómeno de las maras, pero ninguna de estas ha tenido hasta el momento el mínimo resultado. Contrario a lo que dice Manuel Melgar, ministro de Justicia y Seguridad Pública, sobre el control del problema y de la eficiencia y eficacia de los planes, la realidad nos demuestra, nos confirma y reafirma cotidianamente con hechos fatídicos que vamos en rotunda caída a peores condiciones en cuanto al estado de sitio impuesto por las maras a los sectores populares.

Por otra parte, en lugar de crear y construir soluciones se han dedicado a darle importancia y recursos a la burocracia construida alrededor de la crisis de las maras. Una burocracia que no es más que un modo de hacer dinero, obteniéndolo a través de préstamos y donaciones internacionales para sostener y financiar las distintas instituciones gubernamentales correspondientes al caso, sin que estas hayan mostrado resultados.

También funcionarios de una buena mayoría de entidades no gubernamentales se han enriquecido o han hecho su modo de vida, de empleo a través de la gestión y captación de fondos de la cooperación internacional amparadas a la justificación de que trabajan en acciones o programas paliativos o de búsqueda de solución al problema, las que igual que las de carácter estatal tampoco pueden demostrar su eficiencia y eficacia.

Lo que en realidad ocurre al respecto es que del dolor, del luto, de la zozobra, de las incertidumbres y de la muerte consuetudinaria del pueblo han hecho un negocio favorable a sus intereses personales. Las entidades son un medio para la captación de fondos que luego se despilfarran y malversan de mil maneras dentro de la burocracia, pero logran encubrir la verdadera intención de no enfrentar frontalmente el problema porque se ha convertido en una fuente de dinero.

El gobierno actual —como los gobiernos anteriores—, el único recurso que ha encontrado disponible para enfrentar el fenómeno y enfermedad de las maras es la propaganda, la que en el fondo es un modo de encubrir la incapacidad de los funcionarios e instituciones.

Si bien es cierto que la burocracia no ha sido erigida en este gobierno, está siendo soliviantada por este y por sus funcionarios de todo nivel, jerarquía y tiempo, dentro de un laberinto de burocracia que constituye una oportunidad para darle qué hacer a muchos que no tienen la capacidad, el interés ni la voluntad de resolver el problema, pero que son capaces de adular, de sobar lomos, de prestarse a designios, a voluntades, a intereses personales y políticos, a arreglos partidarios y pactos vulgares.

Cuando Melgar, Funes y su gabinete, parte de la dirigencia del fmln y diputados de este, consideran que el problema de las maras está bajo control y que todos ellos juntos han hecho mucho, han impulsado planes cuyos resultados aunque no sean evidentes los catalogan de contundentes, es porque ellos no viajan en bus ni microbús. No almuerzan en los comedores populares que pagan extorsiones, no van a comprar o fiar a las tienditas que pagan cuantiosas rentas. No viven sitiados por las maras. Bueno, por las maras de las zonas marginales, las comunidades y las colonias populares.

El hecho de que Melgar y Funes utilicen los mismos vericuetos, estratagemas propagandísticas y poses gastadas de la derecha, de arena, a la hora de exponer sus supuestos logros o de informar o pronunciarse sobre los hechos de violencia, de justificar y a la vez negar el incremento desmesurado de homicidios manifiestan la carencia de una comprensión, de una concepción, de un conocimiento, de una conciencia, del compromiso social imprescindible para enfrentar este cáncer social que está asesinando paulatinamente al pueblo.

El más grande y abominable crimen terrorista del pasado 20 de junio sufrido por nuestro pueblo en Mejicanos a manos de las maras, deja en evidencia no sólo la indiscutible incompetencia, ineptitud, falta de idoneidad y mediocridad del funcionario a cargo de la entidad de Justicia y Seguridad Pública, sino de toda la estructura gubernamental, estatal y legal, y sobre todo la indiferencia de éstas ante la problemática.

No pueden argumentar o no se les puede creer —aunque algunos de la izquierda se atreven a insinuar esta falsedad— la argumentación, la justificación de que la masacre del 20 de junio así como el incremento desmesurado de los asesinatos y actos criminales diarios de las maras obedece a un plan, a una campaña política premeditada de desestabilización a la que está siendo sometido el actual gobierno.

Esto nos lleva a la conclusión de que para estos sectores tienen más importancia los réditos políticos y la acumulación de votos que pueda hacerse sobre la base del tema maras para la campaña electoral, que imbuirse en la problemática.

Hay quienes han llegado incluso a insinuar que el propósito de este incremento de crímenes es derivar en un golpe de Estado en virtud de la incapacidad del gobierno para enfrentar la problemática. Ambos argumentos traen intrínsecos más bien llamados electoreros para cerrar filas partidarias contra la derecha —contra arena— y un despiste premeditado por parte de la dirigencia del fmln para mantener la distracción de la militancia de izquierda y de la gente frente a la realidad de la incapacidad del gobierno y el Estado en general, de haberse ya encaminado en soluciones que vayan demostrando con avances concretos que se tiene al menos idea y voluntad de cómo enfrentar a las pandillas y el crimen organizado.

Decimos que al menos se debería tener idea cuando no un plan, que es lo indispensable. Hasta el momento no se ha escuchado ni sabido sobre un análisis e interpretación oficial seria y profunda, un enfoque o punto de vista gubernamental acerca del fenómeno porque no lo tiene. No poseerlo implica estar perdido, porque un mínimo análisis que identifique, que dé una idea de lo qué es el problema permite tener un punto de partida. Ningún plan puede partir de la nada.

El acercamiento al problema o la problemática define una concepción sobre este, y permite dilucidar el rumbo o los rumbos para enfrentarlo, las estrategias para abordarlo. Lo que hasta hoy hemos escuchado y ha llegado a nosotros como información es lo mismo que la derecha, arena, ya ha planteado reiteradamente desde hace dos gobiernos anteriores. Los planes también son idénticos en muchos de sus aspectos. Es como que estuviéramos escuchando a arena, a los presidentes anteriores, a René Figueroa como ministro de Justicia y Seguridad Pública, y al coena refiriéndose al tema cuando lo hace la dirigencia y diputados del frente.

Ni siquiera en esto ha habido cambios. Ni siquiera en las ideas al respecto se perciben cambios. Ni siquiera en la propaganda hay cambios de enfoques, de mensajes. Estamos frente a una auténtica carencia de creatividad y falta de ideas propias. En general, nos encontramos bajo la misma forma de administración de arena, bajo los mismos mecanismos de gobierno de la derecha.

Aunque es cierto que en cuanto al abordaje del problema de las maras —que ya se ha convertido en un asunto crítico de seguridad nacional, seguridad pública y seguridad ciudadana—, medra el factor de oportunismo político del que está queriendo sacar provecho la derecha a través de sus instituciones partidarias, sus medios de comunicación dominantes y su prensa propagandística, y aunque haya sido engendrado y criado por ésta, también es cierto que las maras no son un imaginario, sino una realidad palpable, sufrible diariamente que se halla profundamente arraigado más allá de la mera manipulación política-partidaria y electorera, al que la gente está esperando que se enfrente adecuada y efectivamente, cuya única medida de evaluación serán los resultados que se evidencien en la vida diaria de los habitantes de las colonias, zonas marginales, comunidades y las calles.

El hecho de que se pretenda manipular con la idea de que el problema de las maras está sobredimensionado por los medios de comunicación a razón de considerarse como estrategia de ataque informativo y manipulación política de la derecha —es decir llevado a propósito al extremo o la exageración de su existencia y sus acciones—, y que la dirigencia del fmln, sus diputados, y los funcionarios y gobierno de Funes se sostengan y cobijen con que además es producto de la derecha no es más que un ardid soberbio de reducir todo al plano electorero.

Las maras nunca han sido un problema electorero tal como lo abordan las dirigencias del fmln-arena, a pesar de que ambos partidos lo manejen desde esta perspectiva en sus campañas y en sus estrategias discursivas al interior de sus militancias y activistas, echándose unos contra otros las culpas con el afán de ganar mejor posicionamiento sobre el tema. Las pandillas tienen carácter social y cultural, y legal, y es un asunto de vida o muerte diaria del pueblo.

Actualmente, el gobierno y sus instituciones están actuando con su propaganda idéntico a como lo hacía la fuerza Armada en el tiempo de la guerra. Tónica que continúo por todos estos años anteriores con arena ya respecto a las maras: una propaganda de guerra sin combates, una guerra sicológica sin enemigo concreto, una propaganda y guerra sicológica destructiva de la moral social porque en el terreno de la realidad ha sido infructuosa, sin resultados.

Con que se haya capturado a quienes cometieron el acto terrorista del 20 de junio, y que se nos presenten muchas otras más acciones policiales de capturas con el afán de inculcarnos tales operativos como grandes logros, lo único que deja demostrado es que se pretende abobar las mentes y despilfarrar el dinero regalándoselo a los medios de comunicación de Eserski, no resolver el problema.

La investigación, persecución, captura y trabajo diario de combate a la delincuencia y crímenes de las maras va muchísimo más allá de los operativos policiales —aunque tenga esta laboral de la PNC una importancia fundamental y deba reconocerse la delicada y arriesgada tarea de los buenos policías—, porque la problemática de las maras tiene su génesis en la familia, en las casas, en las esquinas, canchas y lugares públicos de las colonias, las comunidades, en las zonas marginales, en la economía informal de las calles, las escuelas, en las relaciones amistosas, en los grupos y colectivos sociales, es decir en las formas y contenidos en que se construyen los entramados de la reproducción social y cultural de los hábitos, interacción e intercambio de costumbres y relaciones, o sea tiene origen en por qué y cómo reproducimos valores, principios y humanidad desde la familia hasta las demás esferas sociales.

Las canchas, otrora considerados recursos idóneos para reducir el riesgo social de niños y jóvenes de que se involucraran en las maras vía el entretenimiento y esparcimiento sano, ha dejado de tener validez, ha dejado de ser una panacea. Las canchas, por el contrario, se han convertido en un terreno de planificación de operaciones delictivas y crímenes, de reclutamiento y de muerte. Esto significa que no es sólo con infraestructura, entre esta las cárceles, que se precisa combatir el mal. Estas ideas, estos medios como perspectiva de solución, son insignificantes a la hora de abordar la problemática.

Por otro lado, la verdadera eficacia, efectividad y eficiencia del trabajo policial es sólo posible dentro de esa dimensión del problema, combatiendo lo que le corresponde desde sus competencias, desde sus trincheras, y con los medios, formación y preparación de capacidades y recursos humanos idóneos para hacerlo. No puede ir más allá, aunque quisiera.

Por ejemplo, solemos culpar a la policía porque los delincuentes y asesinos mareros ya sean mayores o menores de edad quedan libres de cargos y se pavonean entre el vecindario con sus escarapelas ganadas en cada delito, con cada asesinato, con cada asistencia impune ante los juzgados o cárcel, y este ya no es el terreno de la PNC, sino de las instancias incompetentes de la Fiscalía y los Juzgados, y las leyes permisivas que alimentan la impunidad.

Sobre los procedimientos legales hay que poner una atención insoslayable y de prioridad, pero no única. Tampoco será el remedio que cure todos los males. Primero porque no existe un cuerpo, una composición legislativa, no existen diputados comprometidos con la realidad y vivencia social en quienes se pueda depositar la confianza y credibilidad para la formación de leyes adecuadas al momento histórico y que partan de investigación, análisis e interpretaciones jurisprudenciales y éticas exhaustivas surgidas de nuestras propias realidades y necesidades, que son las condiciones indispensables para la formación, creación y surgimiento de una ley. Uno porque no hay capacidad para esto entre los diputados, y luego porque no hay verdadera voluntad por parte de ninguna de las dirigencias de los partidos políticos, y por último porque el actual gobierno ya demostró que está en iguales condiciones y circunstancias que los otros.

Sino veamos la incompetencia, ineptitud y carencia de voluntad de cumplir con sus obligaciones por parte de la Fiscalía, no sólo en cuanto a las maras de las colonias y comunidades, sino también con relación a todos los otros temas de interés nacional.

Pero, ¿por qué la entidad está bajo estas condiciones de negligencia, displicencia y encubrimiento? Porque el fiscal general es el resultado de transes turbios, amañados, connivencias, pactos vulgares y de intereses de grupúsculos entre Funes, arena, Cristiani, Saca, gana, pcn, pdc y la dirigencia del frente que se encerraron a decidir al respecto sin tener en cuenta la realidad y necesidad de la sociedad. Idéntico fue el proceso para la elección de la Corte Suprema de Justicia, de la Sala de lo Constitucional.

Por esta verdad es que no puede ni la dirigencia del frente ni los diputados de este partido ni el gobierno de Funes ni sus ministros y funcionarios de segundo nivel apoyarse en que la negligencia, incapacidad y falta de voluntad de estas instancias se deba a que responden a los intereses de la derecha, de arena —aunque esto es cierto, es real—. No deberían ni siquiera mencionarlo porque son ellos quienes los llevaron, quienes los tienen allí, quienes por propia voluntad los pusieron allí, son culpables, cómplices y hechores de ese desastre.

En pocas palabras son actores intelectuales y materiales de una estructura de Justicia que se dedica a las injusticias en todas las formas habidas y por haber.

Por otro lado, si bien el fenómeno de las maras responde a una jerarquía y estructura más elevada que es el crimen organizado, las pandillas son también en sí mismas una estructura sólida que posee su propia naturaleza, su propio carácter, su propio albedrío, su propia dinámica de evolución que se ha cimentado ya con sus propias capacidades de organización y acumulación, sus propias capacidades de operación, sus propias capacidades de conquistar recursos, sus propias capacidades de infiltración en ciertas entidades Estatales como la PNC, Fiscalía y Juzgados.

El crimen organizado en cambio toca a otras esferas del poder, las de verdadera capacidad de decisión estratégica del Estado y del poder económico.

Las maras poseen su propia concepción de existencia. Una concepción que multiplican y que las hace acumular fuerza social a través de la organización, del reclutamiento. Su más importante y relevante capacidad de acumulación se halla en su potencialidad de mostrarse como una fuerza social viva, que vive y se reproduce a partir de introyectar, de inculcar una particular cultura socializadora.

Engendran y reproducen hábitos, costumbres, modos de socialización, modos de pensar, modos de interacción e intercambio sociales capaces de penetrar en la cultura y la sociedad, por medio de hipnotizar sectores sociales vulnerables a condición de encontrarse estos en carencia de principios y valores morales, éticos y humanistas como la solidaridad, como la justicia, como la capacidad creadora y transformadora de los seres humanos, como el respeto y el valor imprescindible de la familia, como la dignidad alcanzada por los méritos del trabajo, como la importancia transformadora de la educación y el conocimiento, como el respeto a la dignidad individual y colectiva, y como el del respeto a la vida, entre otros.

Sin una concepción de vida forjada y fundada en este tipo de principios que se demuestren, que se practiquen en las distintas dimensiones de la actividad individual, familiar, colectiva e institucional resultará imposible avanzar, por la vía del reemplazo, hacia la erradicación de manera paulatina pero sostenida de las maras en nuestras generaciones de niños y jóvenes.

Una sociedad injusta reproduce injusticias y produce interminable y indefectiblemente una sociedad injusta. Las maras son el resultado de una sociedad, de un modelo de sociedad injusta consolidada ya en un modelo de vida injusta en 21 años, que para que pudiera imperar había que destruir todo valor humano, ético, moral y social como el de la solidaridad, por ejemplo, que diera paso a que germinara el individualismo exacerbado, el desprecio a la vida de los demás y a las prácticas más despiadadas del parasitismo social.

En estas condiciones, la familia y la sociedad se convirtieron en terreno fértil para el cultivo de esta nueva sociedad: la de las maras. Los mareros no son otra cosa que el fruto, la cosecha de lo que hemos sembrado con la indiferencia social, y sus crímenes galopantes y consuetudinarios no son más que las ganancias que hemos obtenido en este país convertido en mercado de toda clase de mercadería de la moral más barata, chatarra, donde se vende sin tener el menor valor toda clase de mercadería electoral, donde se venden a granel toda clase de antivalores y se despilfarra la humanidad.

La permisividad social y legal juega un papel importante a consecuencia de haber mal interpretado una realidad de acabose tan absurda, donde el crimen y la delincuencia son premiados con grandes méritos y beneficios. La corrupción, las dirigencia políticas, los funcionarios públicos incompetentes y la casta de políticos de todas las variedades son premiados con aplausos y puestos de poder, igual que es recibido y premiado por sus clicas y por sus simpatizantes, por sus admiradores el marero al salir de la cárcel, quien con cada entrada y salida de la cárcel, con cada asesinato recibe una especie de condecoración que le arroga el mérito de escalar en la estructura a un peldaño más de mandamás.

De ahí mismo es que proviene la falta de importancia al problema mostrada por Melgar y Funes, que cuando se refieren a éste lo hacen sin el menor interés, lo que es de suma preocupación porque con ese comportamiento, nos están queriendo convencer de que las maras no existen y como que si no estuviéramos en condición de crisis.

Negar que es fundamental enfrentar estas cosas del presente que traen en su haber o que están construidas sobre la base del pasado, de un pasado reciente y presente que impera todavía al lado de ellos en las instituciones que dirigen y que se manifiesta por todas partes de la actividad social, y que además está siendo alimentado por ellos mismos en la actualidad con su incompetencia y con su falta de interés y con sus formas nefastas de administración pública, similares y muchas veces peores de cómo lo hizo arena, es una manera de decir no hay que jalar el hilo, no vaya a ser que se me deshile el calzoncillo. Dejemos en paz las cosas del pasado, ya no cuentan, ya son pasado. Allí se sepultan, se esconden las intenciones presentes y las tendencias del futuro. Así se cierran los asuntos vitales.

La actitud de ambos funcionarios, como de muchos otros y de la sociedad misma, es como la de quien después de algunas dolamas va al médico y al final de varios estudios le diagnostica cáncer en fase temprana, pero se resiste no sólo a aceptar el diagnóstico, sino a enfrentar el problema y a someterse a tratamiento. Cuando tiempo después vuelva al médico con la agonía de la muerte cercana, se va a enterar que ya es demasiado tarde y será imposible por innecesario siquiera tomar un tratamiento. Un cuerpo destruido, colapsado por metástasis sólo puede someterse a la espera de la muerte.

vh. segunda parte:
El hombre nuevo: el marero. La nueva sociedad:las maras

La institucionalización de la moral marera: incapacidad y parasitismo

Los antivalores de las maras nacen y se reproducen con y desde la oligarquía, es decir del poder. No sólo los políticos, las dirigencias de todos los partidos políticos, los funcionarios públicos del gobierno y el Estado en general, los diputados y varios líderes religiosos de diversas denominaciones los practican.

Quizá el antivalor más representativo y significativo de las maras de la oligarquía, de las maras de la gran empresa privada nacional y transnacional es el mismo que ejercen las maras de las colonias, comunidades y zonas populares: la renta.

La diferencia entre la renta impuesta por las maras, con la renta que proviene de la gran empresa privada y los bancos es que a la primera le llaman extorsión y es ilegal. La de los segundos por estar legalizada por la voluntad política del gobierno, los diputados y las leyes y toda la institucionalidad, aparece encubierta con distintos nombres o conceptos dentro de lo que se le denomina cuota, tarifa, factura, recibo, pago por servicios, precio, tasa, cargos, recargos aplicables o costos adicionales, entre otros.

Excelentes ejemplos de la renta o extorsión de la empresa privada y el Estado son todos los cargos a los combustibles, la cuota fija de telefonía que resultó ser una cuota de acceso, el incremento de 12 a 28 dólares de las tarifas de energía eléctrica que se ha sufrido en la mayoría de colonias y zonas populares más pobres de las ciudades en el gobierno de Funes y avalado por una parte de la dirigencia del fmln —en residenciales de clase media, los incrementos se elevaron al doble y a veces hasta el triple de lo que se paga hasta junio del año anterior—, el aumento indiscriminado de 5 a 25 y hasta 35 dólares de las tarifas de agua potable —también dentro de estas mismas poblaciones de pobres— y el próximo porrazo anunciado de aumento del valor del gas propano, entre otro montón de servicios que ya se han visto severamente impactados en este año transcurrido.

Mientras, las grandes empresas se libraron del pago de impuestos al Estado y de los controles fiscales, y continúan evadiendo y eludiendo sus obligaciones.

Lo mismo ocurre con las compañías telefónicas de Carlos Slim a quien sirven los Cáceres y la empresa agiotista de cobros de deudas propiedad de estos mismos, igual que los bancos a quienes ha servido vehementemente el actual ministro de Hacienda, y las compañías de seguridad privada de Mecafé, entre otras grandes empresas, que no sólo se han beneficiado en prebendas y económicamente del poder adquirido por esta nueva mara que gobierna desde casa presidencial, sino que sobre todo pone en evidencia la tremenda hipocresía y descarado cinismo gubernamental de impedir el combate contra este tipo de renta y tráfico de influencia.

Todos los cobros abusivos son en realidad estafas y extorsiones y rentas al mismo tiempo que tienen el carácter de cada una de las categorías mencionadas, porque constituyen cobros excesivos, arbitrarios, ilegales, injustos y desproporcionados que se hallan fuera y muy por encima de los costos y márgenes de ganancias o rentabilidad aceptables.

Y son extorsiones, estafas y rentas porque además los ingresos no son declarados al fisco porque se lo roban. Se roban lo que ellos tienen que declarar y pagar en impuestos y se roban además los impuestos que por medio del IVA paga el pueblo, porque tampoco lo declaran ni lo entregan.

Y son también rentas, extorsiones y estafas porque al comprometer el gobierno al Estado en préstamos internacionales para financiar a través de la colocación de dichos fondos en los bancos los negocios de las grandes empresas, compromete y empeña el futuro de nuestros hijos y las venideras generaciones, pues tanto las entidades financieras que reproducen para sí mismas riquezas sin arriesgar su propio dinero igual que el empresariado, de sus ganancias no devuelven al Estado siquiera las sumas de intereses adeudados a través de impuestos.

Al ocurrir esto, la carga cae sobre todos nosotros, que no nos escapamos de ninguna manera de pagar estas rentas, porque somos todos los salvadoreños que pagamos impuestos, quienes terminamos pagando tales empréstitos a través de esos fondos que van al fisco. Empréstitos que de ribete ni disfrutamos.

Por estas razones, con todo rigor y certeza podemos aseverar que la gran empresa privada, la oligarquía, el gobierno, la Asamblea Legislativa, la Corte Suprema de Justicia, los diputados y todas las dirigencias de los partidos políticos han convertido a nuestra economía en una economía rentista, extorsionadora, porque este sector mercantilista y especulador —mercantilista y especulador porque ni siquiera es un sector productivo, ni siquiera es un sector que invierta en la productividad— tiene idénticas prácticas y modos de acumulación de riquezas que las maras, por lo que a la vez son una clase parásita que vive a expensas del pueblo, de los asalariados, de la clase media, de la mediana, pequeña y microempresa, y de la economía informal.

El comportamiento gubernamental, de las entidades del Estado y de las dirigencias de todos los partidos políticos, sin excepción alguna, y la oligarquía y empresariado nacional y extranjero es en todos los aspectos idéntico al sistema de protección e interacción endógena propia de las maras.

En realidad, los antivalores constituyen una práctica permanente, constante que ha permitido a la oligarquía y toda esa clase política y de funcionarios la acumulación de riquezas y de poder, y se han convertido en un pensamiento dominante y de denominación en todas las actividades económicas, sociales, políticas, productivas, comerciales, culturales y hasta humanas dentro de la sociedad y el país.

Los antivalores vienen siendo practicados desde tiempos remotos por la oligarquía —tanto la nacional como la transnacional—. Pero acortemos el tiempo a 21 años, que es el período verdadero de surgimiento, expansión y consolidación de las maras y la virulencia de la pérdida de todo principio y valor moral y ético de desarrollo humano y desarrollo de la humanidad salvadoreña. Esos 21 años son los mismos en que estuvo en el gobierno arena y que abarca al actual gobierno de derecha de Funes y su séquito de funcionarios.

De la casta oligárquica es que proviene el ejemplo, quienes han servido de maestros para todas las otras clases mencionadas. Son los amos del poder, es decir la oligarquía, quienes han secuestrado a todo político y funcionario público de distinta procedencia y denominación infectando sus comportamientos, sus conductas políticas por medio de la compra de voluntades de diversas formas, entre estas la del chantaje político y a la vez con prerrogativas vulgares como la facilitación de lujos a diputados y funcionarios de las entidades y de las dirigencias partidarias, que ejercen al mismo tiempo su imposición dominante y su dominio mental, inmoral y antiético contra los sectores populares.

Estas maras del más alto nivel gubernamental y estatal han trasladado sus picardías en forma de enseñanzas masivas a las maras, a través de los medios de comunicación y en sus relaciones funcionales diarias en el gobierno y el Estado, e intentan inculcarlas hasta dentro de sus militancias y activistas.

Por lo que ninguno tiene solvencia moral ni ética desde la perspectiva política y social, para enfrentar el problema de las maras, y por eso mismo es que no son capaces de pensar, de tener siquiera idea de cómo comenzar procesos sostenidos, sostenibles y sustentables que se encaminen a soluciones posibles, realizables y permanentes del fenómeno de las maras. No pueden porque tienen las patas hinchadas.

Los funcionarios actuales, alejados ya de su forma de pensar anterior y despojados de cualquier intento de enfrentar los problemas sociales en el terreno de los pobres, en el terreno popular donde se teje la podredumbre provocada por las maras, les imposibilita siquiera observar terrenalmente el problema.

Las maras reflejan, expresan, demuestran concreta e indiscutiblemente el tipo de sociedad que somos. Son ellas mismas —y en sí mismas— una crisis social, que provienen de una crisis social.

Como crisis, tiene inevitablemente que aceptarse que es insostenible, que no puede ser ya comprendida, conocida ni combatida desde el lujo de los despachos y oficinas ministeriales y gubernamentales, donde ni se interesan siquiera por leer o escuchar la información que sobre este fenómeno se ha investigado enormemente, menos las propuestas que tan pronto como llegan a los escritorios pasan a los basureros tanto de la memoria como de los papeles inservibles.

Tienen, igual que las estructuras de las maras, una vía de alineamiento verticalista e infranqueable, incuestionable pero deplorable, donde no hay razonamiento más que para obedecer los designios omnipotentes de los funcionarios y las dirigencias, es decir las cúpulas.

El mal social de las maras, aunque investigado de mil maneras y desde múltiples perspectivas distintas por largos años y por diversos expertos e interesados, sólo pone en evidencia la verdad de que ya no se trata simple o únicamente de explicar, de interpretar esta realidad, sino de transformarla, y la única manera posible de transformarla es con el ejemplo, en la cotidianidad, en la justeza de las decisiones y prácticas sociales.

De información se dispone de forma inmensa. Información que además ha dejado de ser escuchada —a menos que esta provenga de arena, tal como lo ha confirmado Funes—, ha dejado de tener interés y sentido para quienes hoy están más cómodos con sus cargos de funcionarios públicos y de dirigentes, de donde reproducen también los mismo antivalores de las maras: el oportunismo, el pillaje, el arribismo, el parasitismo, el despojo, la vivianada, el trinquete, la triquiñuela, la mentira, el engaño, el amedrentamiento, la dominación, la apropiación de la ley sujeta a sus voluntades e intereses personales, las injusticias de todo tipo, la marginación, la exclusión, la picardía, las transas, la protección y encubrimiento de sus rediles y ganado, de sus amigos y allegados, de sus grupúsculos tal como lo hacen las maras —de la misma manera—, quienes a pesar de que posean buenas casas, carros de lujo y onerosos salarios y grandes ganancias en sus propios negocios, se comportan esencialmente como las maras. Son también maras, de otro nivel, pero al fin y al cabo maras.

Vh escribe:Te envío una primera parte.

Nota: este es un artículo compuesto de varias partes. De este podrán salir entre cinco y seis artículos de forma seccionada, por partes o por entregas, como quiera denominársele. Va separado por subtítulos. Si se quiere, al llegar a cada subtítulo se puede cortar para seccionarlo desde allí en distintos artículos. En general, ha sido redactado en dos grandes partes, o dos partes generales: la primera es una crítica a la sociedad y sus instituciones, una crítica social y un análisis general observando las características de las maras, su organización, las causas de sus acciones, pero esencialmente su génesis social a partir de su fundamento social, su origen, su carácter, y su integración como producto y como constructor social dentro de todo el entramado de la sociedad, vista como individuo, como familia, como grupos sociales y colectivos, que son a la vez constitutivos y generadores de sociedad, y como un resultado del Estado, del gobierno y la sociedad al mismo tiempo.

En la segunda, se plantean y exponen apreciaciones, ideas y perspectivas generales de cómo se podría enfrentar el complejo problema de las maras sobre la base institucional del Estado y social.



El hombre nuevo: el marero. La nueva sociedad: las maras



La nueva sociedad —heredada a las nuevas generaciones durante los últimos 21 años— son las maras, no la de los acuerdos de Chapultepec ni de los principios revolucionarios ni de los valores morales sociales ni de lo mejor de los valores tradicionales rescatables que se proveían desde la cultura conservadora, como el respeto a los mayores, a los papás, a las mamás, a los abuelos y abuelas, a la familia, la honradez, el prestigio y aprecio del trabajo. Tampoco lo fue la validez de la formación académica, técnica y científica como una de las alternativas de superación y transformación de las condiciones de vida individuales y familiares —esto último, más bien destacado principalmente por contingentes aunque no revolucionarios sí inspirados en ideas al menos progresistas—, y el interés y respeto por el conocimiento como forma de expresión de la conciencia.

Hoy, las maras constituyen el más elevado producto social que se haya entretejido complejamente en el interior social con el sincretismo de lo nacional y lo exógeno cultural, económico, político, ideológico y organizacional, que proviene no sólo como herencia indirecta de la guerra si se tiene en cuenta que es una manifestación propia de las pandillas estadounidenses donde una de las características más destacable de estas es el control territorial y posesión social para la extorsión, el chantaje, el crimen, el sicariato como servicio al crimen organizado, el terrorismo, el narcotráfico y el dominio parasitario sobre las actividades productivas, la economía, el comercio y los negocios de la mediana, pequeña y micro empresa, el comercio informal, y los precarios ingresos de las familias de los sectores populares.

Es una herencia indirecta de la guerra porque se constituye a partir de los contingentes migrantes de la década de los 80, principalmente. El control y dominio social lo ejercen a virtud de dos condiciones: una especie de estado de sitio impuesto a la población o comunidad donde ejercen su control territorial, y el amedrentamiento y el terror que infunden socialmente.

Las maras son el eslabón inferior de donde se nutre el crimen organizado. Los cárteles convierten a estas organizaciones en la redes de distribución de la droga, y al mismo tiempo en su clientela al incentivar el consumo de las drogas dentro de la estructura, que es uno de los aspectos que les garantiza el dominio mental y social sobre los individuos desde donde inculcan los antivalores sociales y el parasitismo colectivo.

Las maras representan y constituyen el instrumento social de la reproducción de un sistema de dominación social dentro de otro sistema de dominación. Es un sistema de dominación social territorial de tipo tribal.

Se originó en un modelo de juventud estadounidense podrido, latinizado por emigrantes latinoamericanos y traído al país en un modelo de organización social con viñeta estadounidense pero fabricado por latinos, cuyo principal huésped fue la juventud y se apropió del dominio de territorios. Llegó y se instaló en las esquinas de las colonias donde por siempre se reunían niños y jóvenes para departir socialmente, y les robaron su espacio de interacción.

De los territorios, al pensamiento y las prácticas sociales

Pero hoy ha evolucionado a un sistema social que ya no sólo se ha apropiado de territorios y la juventud en los sectores populares, sino que también ha contaminado a la niñez e infectado las formas de pensamiento, las tradiciones, los hábitos, las costumbres, los valores y los principios de la familia, la escuela, los grupos sociales, las comunidades y la sociedad en general en el sentido humano y en el sentido político.

Por lo que, nos guste o no, lo aceptemos o no, las maras han evolucionado a tal punto que sus interacciones, sus interrelaciones, sus intercambios, sus hábitos, su organización se han convertido en un sistema, en una concepción, en un pensamiento que reproduce antivalores sociales con que vulneran y penetran en la formación de idearios en la niñez y la juventud.

Esto les garantiza procesos de reclutamiento, reproducción y multiplicación de nuevos contingentes, ya sea por dos vías: por el impacto del terror, por el que niños y jóvenes se ven obligados a adherirse a las maras, o por la vía del convencimiento de que formar parte de la organización constituye una alternativa de sobrevivencia en todo sentido, en el material y espiritual.

Son hoy una especie de entramado de cultura espiritual y material, que ha llegado a reemplazar y sustituir nuestros más preciados valores y principios, y se convierten al mismo tiempo en un producto social denominado “maras” que ha transformado a la sociedad.

Es un fenómeno incubado en un corto período de los últimos años de los 80 entre El Salvador y Estados Unidos *, que prosperó, avanzó y se extendió en nuestro país en la década de los 90, y se consolidó, arraigó y desarrolló como forma de la conciencia social colectiva de la niñez y la juventud en la primera década del 2000, y a partir de allí se ha afincado ya de manera estructural.

Es además una nueva expresión destructiva de los ingresos económicos de las familias pobres, de los obreros y trabajadores de la tercera y cuarta categoría, de las zonas marginales de las ciudades y que ha ganado terreno en las áreas suburbanas y rurales, y contaminado la economía informal. En fin, ataca fervientemente a los sectores populares.

Los actores económicos-productivos de trabajadores, asalariados, mediana, pequeña y micro empresa han pasado a instituirse en el sostén económico de la sobrevivencia de los vicios e inclinaciones más podridas de esta nueva masa parásita, que se encuentra en la escala, en el eslabón más inferior aun de la desclase denominada por Marx y Engels como lumpen proletariado, que sólo es comparable también con la otra desclase ubicada en el extremo superior de la clase burguesa-capitalista —por utilizar los términos de Marx y Engels—: es decir, la oligarquía financiera, igualmente parásita que las maras. Añadamos también a la desclase política-partidaria.

Las maras son el reflejo, la expresión máxima y más elocuente de la crisis de sociedad que tenemos, y que hasta el momento nadie del gobierno, ningún funcionario ni del Estado ni de los partidos políticos ni de la clase política de ninguna denominación está interesado en cambiar. Y, son, las maras, el producto, el resultado del ejemplo y las prácticas sociales con la que éstos han ido contribuyendo en la construcción de este mal.

Las maras, erigidas hoy como parte inherente de la infraestructura y la estructura del país, es decir del fundamento social, no es principalmente la expresión de la marginación, la exclusión, la negación de condiciones de desarrollo humano y social, sino fundamental y esencialmente de la carencia de todo principio y valor moral y ético *, de la carencia del menor sentido de respeto por la vida, la manifestación más concreta de la pérdida desoladora de la solidaridad, el humanismo, la cultura y espíritu popular, el más completo resultado de la espuria familiar, del individualismo exacerbado y la contradicción primaria que refleja la hipocresía y cinismo de toda la sociedad, de toda la estructura política, religiosa, cultural, económica, legal, estatal, ideológica y partidarista, y de la propia ley.

La ley del victimario

Toda la estructura que se supone que vela por la ley sobre supuestos de búsqueda de justicia, es la que en vez de proponer ley basada en jurisprudencia como consecuencia del fundamento ético, del análisis objetivo de la realidad, se descara en su verdadera naturaleza de proveer como siempre la protección al victimario social, impulsando y albergando este parasitismo en el proteccionismo institucional del Estado, bajo el pretexto de garantizar los derechos humanos.

En un sentido más explicativo, las maras también son el resultado, el producto de una clase legista y una ley hipócrita y cínica que brinda garantía al victimario a favor de pervertir, violar y violentar los derechos de las víctimas: o sea la población. Es en fin —igual en un modo social esencial pero histórico distinto—un fenómeno que trae como ejemplo y forma de incubación a la impunidad que ha imperado de distintas maneras, pero por siempre dentro de las estructuras injustas.

De allí que tengan sentido las palabras de Funes en su toma de posesión: “Precisamos acabar con lo que todavía queda de nuestro complejo de víctimas porque eso alimenta el odio, la autoconmiseración, el revanchismo y las disculpas fáciles”. Aunque el contexto de su planteamiento se ubica en el del conflicto armado, se puede traer a cuenta como expresión ideológica válida de la actualidad social de las maras, porque al exigir justicia en cualquiera de sus modos, en cualquiera de sus manifestaciones, la sociedad, el pueblo siempre sigue siendo llamado al conformismo.

Se le acusa de falta de carácter endilgándole que lo que tiene no es otra cosa que un simple complejo, un complejo de víctima, queriendo avergonzarle al decirle e inculcarle que lo que pasa por su cabeza no es más que un resentimiento vil, que no es más que una imaginación, que un temor infundado, que lo que tiene es un miedo risible que sólo existe en su complejo de pobre, incapaz de sobreponerse a las dificultades, que se dedica a llorar y lamentarse, a buscar la venganza cruel y luego a arrepentirse de su desvergonzado comportamiento frente a sus problemas, y que por último, si acaso algo ocurrió eso fue pasado.

Se le conmina a sobrellevar los sufrimientos de tal manera que su reivindicación de justicia sea siempre un recurso pueril, una demanda sin sentido porque sustituyen la noción de justicia por la de la venganza. Es decir, terminan haciendo creer a la víctima que demandar justicia es un acto de venganza, y al final la terminan convirtiendo en la victimaria cruel del pobre e indefenso victimario.

La sociedad productiva, con solvencia al menos moral en el sentido que no está vinculada a las maras, es convertida en una víctima que vuelve a ser víctima por la ley y por el sistema político y estructura legal, que la encadena a la condena de encontrarse secuestrada por esa masa inútil e inicua de las maras.

A todas estas condiciones anteriores, le es inherente también la verdadera incompetencia, falta de voluntad, carencia de creatividad y ausencia de compromisos concretos de los gobiernos anteriores, del actual gobierno, de todos los representantes y administradores del Estado y todas sus instituciones, con lo que crean condiciones para que se nutra el caldo de cultivo para las maras.

Las oligarquías de la inmoralidad social

Por otra parte, a su modo, los dirigentes de esas maras constituyen una especie de oligarquía social, que domina todos los ámbitos sociales a través de sus peones y células denominadas clicas, que son sólo comparables con la oligarquía financiera y con la oligarquía política-partidista, como grupos de poder dirigentes.

Estos tres tipos de dirigencias son en esencia correspondientes, similares en el sentido de que reproducen en sus propios ámbitos los mismos antivalores que paulatinamente se han ido convirtiendo en los nuevos valores sociales, en los nuevos productos socioculturales que predominan infestando las formas de la conciencia social, hasta reproducirse de manera concreta en la antítesis de la tan añorada, pero pulverizada noción de nueva sociedad inspirada en la concepción, en la ideología de la justicia social, de la nueva sociedad, del nuevo hombre-mujer.

Lo ideológico aquí debe entenderse como una concepción, como el recurso humano de entendimiento y conocimiento de la realidad para analizar, interpretar y transformar a esa misma realidad. Y se refiere por tanto a la práctica moral y ética humana y social, afincada al espíritu de la práctica de aquella concepción y de los conceptos que permiten guiar y orientar las acciones ya convertidas en convicciones individuales y colectivas.

El hecho de que ya no se le dé importancia, de que ya no tenga valor ni importancia la discusión concepcional como una forma de acercamiento hacia los problemas y problemáticas para lograr su discernimiento, y en este caso sobre el fenómeno individuo marero y su estructura social organizada llamada maras, se debe a que es indispensable ocultar el verdadero desinterés por los problemas sociales.

Desde las maras hasta las clases dominantes, pasando por la clase política partidarista, por algunos sectores y contingentes populares, por las iglesias, por los sectores económicos productivos, por ciertos agrupamientos de las organizaciones sociales y sindicales, se reproducen y se practican, cada quien en su charco, los mismos e idénticos valores y principios de las maras.

De vh nos llega el sigueinte artículo:
Santo Tomas una radiografía del Fmln.
(Uno de los cincuenta y tantos municipios especiales del país…)


¿Que es el poder?

”El poder es la capacidad de hacer que otros hagan lo que uno quiere”, en política el poder puede ser real o formal, de forma directa o indirecta, y se logra de distintas maneras: Para el caso de El Salvador, desde finales de la década de los 60, los revolucionarios vieron la necesidad de tomar el poder como única alternativa para transformar la sociedad… y sembrar una sociedad de cambio y gloria llena de justicia para la inmensa mayoría desposeída de este pueblo. “Los buenos fines solo pueden ser logrados usando medios adecuados. El fin no puede justificar los medios” (Aldus Huxley –el fin y los medios-), por la sencilla y clara razón de que los medios empleados determina la naturaleza de los individuos que los persiguen.

En la actualidad la mentira organizada se practica con menos vergüenza, basta escuchar a miembros de la dirección del partido, para poner en evidencia dicha afirmación…. “No somos un partido electorero” somos un partido revolucionario que busca resolver las necesidades mas elementales de la mayoría de la población… El carácter deshonesto y falaz de estos planteamientos los encontramos en sus prácticas anti-democráticas de afiliación y sus procesos electorales que solo se pueden comparar con los ejercicios realizados por el pcn y el pdc, y los engendros de estos.

Por tanto no mostrar oposición a las medidas tomadas es muestra de una carencia de principios y cobardía. Es necesario estar claros de que serán llamados traidores todos aquellos que no tengan temor para denunciarlos y desenmascaralos…

En la forma que actúan, de manera pragmática se anticiparon con escuelas políticas, enero-junio, que solo sirvieron para adoctrinar de forma teológica, bajo el regocijo de los lacayos de turno, para someter con la mentira y, a partir de allí, no encontrar obstáculo a las tonterías que van a realizar, un triste ejemplo de ello es el deleitarse escuchando a la señora Amalia Peña, miembro de la directiva departamental de San Salvador quien manifiesta hoy ser miembro de la comisión política y por ende hablar en nombre de ella… quien sostiene de manera poco seria que “no estamos sujetos a legalismos” pero si obligados a pedir la cuota partidaria, lo cual no da derecho (a quienes les descuentan la cuota) a aparecer en el padrón partidario, ni mucho menos derecho a elegir ni ser electo, ya que para eso hay que respetar los estatutos del partido. Además señala que solo se elegirá el 30% de la directiva, es decir solo a un miembro.

La falta de moral en sus conceptos puso en manos de las departamentales y municipales, y estas a su vez, han tomado como aliados a aquellos individuos inescrupulosos –que son mas revolucionarios que cualquiera- y poniendo en manos de estos la depuración del padrón del partido. El Argumento más penoso es que dicha medida es para garantizar el rumbo del partido, así como en el pasado derrotamos a joaquin Villalovos y sus social-demócratas y luego a facundo guardado con sus renovadores. Esto es comprensible dentro de los grupos elitistas, si cambiaran su concepción no serían capaces de sobrevivir. Es como pedirle a un oligarca que deje de explotar al trabajador y aprenda a minimizar sus ganancias en beneficio de las mayorías, no lo aceptaría ya que estaría traicionando toda su base cultural, espiritual y por ende su razón de ser, es decir esa es la naturaleza de ellos, por mas bonachones que parezcan.

Es necesario dejar sentado que los actuales amos del poder –argollas dentro del partido- y su ambiciosa sed de riquezas no pueden existir si no es mintiendo revolucionaria e incesantemente, concentrando en manos de unos cuantos la propiedad del partido y las riquezas producidas por este, las heredan en un desenfrenado nepotismo, que es otra forma de corrupción, a sus hijos y lacayos. Este proceso tiene que conducir, por fuerza lógica, a un régimen de centralización política para garantizar de tal manera que no quede ni el mas mínimo margen que posibilite la probabilidad de que sean separados de sus puestos de dirección. Vuelvo a señalar a Santo Tomas como muestra de ello, ya que tendrán elecciones internas para elegir a un miembro que reforzara a la junta directiva municipal los demás ya fueron electos por la directiva departamental y en agosto solo se legalizaran a los mismos en unas “elecciones transparentes y libres de todo fraude”.

Estos enanos de pensamiento solo nos recuerdan las formas dogmaticas al estilo hitlerianas o estalinistas y sus fantasías individualistas de ser unos rokefeller, enarbolando la bandera de la esperanza de nuestro pueblo, que solo ha visto las pírricas migas del cambio prometido….

Cierro recordándoles a los amigos comunistas y revolucionarios para no pecar de sectario, lo siguiente… “Las proposiciones teóricas de los comunistas no descansan ni mucho menos en las ideas, en los principios forjados o descubiertos por ningún redentor de la humanidad. Son todas, expresión generalizada de las condiciones materiales de una lucha de clases real y vívida”. (manifiesto comunista)

viernes, 16 de julio de 2010

De aquí: cuentos de preocupación

No lo decía, a nadie, pero estaba preocupado en extremo. Su esposa le había contado con algún detalle, y con alguna información digna de crédito, que en la apacible comunidad donde vivían se había desatado una ola de extorsiones.



El era un hombre ya cincuentón, de cabello poblado de canas, de las cuales se enorgullecía, diciendo las canas eran de sabios.



A pesar de que esa aseveración reflejaba, en el fondo una soberbia contenida y trabajada, hasta le exquisitez, lo describía un poco. Algo de sabiduría habría en él para haber poder cargar con esos cincuenta años, que si hubiesen dado megamillas, debería llegar a la edad de matusalén. Sus avatares habían sido inmensos.



Era un sabio que había sobrevivido en la panza de su madre a la guerra del futbol, contaba en segunda versión, pues la primer versión era la de su madre, como aquella campesina, había salido huyendo, de las vecindades de Honduras, perseguidas por hombres que azuzaban a los perros y se carcajeaban al ver allá a lo lejos al montón de guanacos que corrían, dejando los jirones de sus humildes vestidos en las zarzas de aquellos potreros.



Luego al nomas nacer, sobrevivió al hambre y a la miseria, en su mas pura definición: Leche materna, nada; allá de vez en cuando alguna agüita de arroz, con suerte azucarada. Sobrevivió a la guerra civil que lo encontró queriendo sembrar maíz una y otra vez, y cada vez que sembraba, el dueño de aquellas tierras, se llevaba el grano, en pago por la tierra arrendada; y el se quedaba de nuevo ahí rogando que le arrendaran la tierra, para pagar con lo que cosechara.



Fue un miliciano a carta cabal, se rifó la vida cada día y eso le gustaba, porque se sentía hombre, hecho y derecho, y porque eso lo reinvindicaba, frente al patrón, que ahora ya se andaba con más cuidado. Bueno ya ni llegaba, se sentía libre Nicolás..



Terminó la guerra, y sabio, decidió que como la paz había llegado, ahora si sembraría milpa y cosecharía maíz, que ahora si sería de él, en una manzana de tierra que le habían dado. Ahí mismo tenía su casa, y como la modernidad no es quisquisillosa llegó donde el, tenía luz, agua, y para coronar teléfono y televisor. Que más pedir.



Y así estaba apacible, tranquilo, cultivando criando a su familia, cuando sucedió eso de las extorsiones en su apacible comunidad.



Su esposa, le contó que todo mundo sabía quienes eran los extorsionistas, y que ahí mismo vivían eran unos jóvenes vagos, que alguna vez habían estado presos por mañosos, pero que no eran mareros.



Preocupado, hizo por su lado algunas indagaciones, y dejo pasar el tiempo, la verdad que no pasó mucho cuando a eso de las ocho de la noche, cayó la llamada.



El sujeto hablando fuerte y golpeado, entró con un su “somos de la mara tal, y hemos decidió que ustedes a partir de este día deben pagar la renta, para que puedan estar tranquilos por que si no la mara va a tomar medidas y ustedes ya vieron en las noticias lo que les pasa a los que no cumplen con nosotros,” y en ese estilo le pegaron una amenazada horrorifica.



Por supuesto, al escuchar la amenaza antes fantasmagórica, y ahora realidad; Nicolás, tragó grueso, hizo de tripas chorizo, respiró hondo, se acordó de su pasado en las milicias, cuando engañaba a diario a la soldadesca, y les dijo.. “pues bueno, vamos a haber si hablemos claro, mañana habló con el palabrero, y ustedes deberían ver a quien llaman, porque yo les voy a pedir a aquellos u guernazo de poca trenza, para que a ustedes los tripeen en salsa, porque no es posible, que estén haciendo esa vuelta en toda esta colonia, sin tener la vía clara y libre, así que estate pendiente”



Los extorsionistas, que no eran mareros, pero se hacían pasar por tales, al escuchar esa jerigonza inventada, por supuesto, colgaron sin terminar de oírlo.



Nunca volvieron a llamar para extorsionarlo. Los delincuentes no mareros extorsionistas, desaparecieron, no fuera ser que los mareros de verdad llegaran y los tripearan en salsa, no sabían que era eso, pero sonaba feo.






martes, 6 de julio de 2010

SEPULCROS BLANCOS

Los que hoy se tiran del pelo y se rasgan las vestiduras, esos mismos que han tenido por años la facultad o posibilidad para incidir en mejorar las condiciones de vida de todos los salvadoreños. Esos mismos individuos, hoy con parches y remiendos sociales, amparados en una seudo moral, quieren mostrarse como buenas personas preocupadas por rescatar una sociedad que ellos como marionetas del capital (teniendo como único dios al dinero) han propiciado su destrucción.

Pasando por alto, lo que a fuerza de lucha y sangre de este pueblo, quieren arrebatar los mínimos espacios democráticos ganados por este pueblo, así como irrespetando la Carta Magna de la República (Constitución Política), misma que ellos juraron defender, quieren imponer a nuestros hijos una lectura religiosa sectaria… Se les olvida a estos señores que la mayoría de criminales en serie, al igual que los peores asesinos lo han hecho en nombre de esos valores que nos quieren imponer, vasta revisar un poco la historia reciente…
Por que no atacar uno de los factores principales como lo es la transculturización, y esos valores negativos que a cada instante los vemos por la televisión el cine y la tecnología de punta, como lo es la internet en sus diferentes expresiones, será por qué los dueños de Telecorporación Salvadoreña –TCS-, el Grupo Megavisión, las Empresas de Telefonías, encuentran en la difusión de anti-valores una gran rentabilidad.

Aclaro no me opongo al intercambio cultural e incluso la transculturización siempre y cuando esta traiga valores que permitan a nuestra sociedad un desarrollo humano que mejore las condiciones de vida de nuestro país, elevando esa calidad humana en expresiones de tolerancia y respeto. En ese sentido por que no retomar algunas materias tan importantes en la formación del carácter de la persona como lo es “Moral, Urbanidad y Cívica”, que se impartían a los educando en el nivel básico y darle cumplimiento así a la Constitución Política en su “Art. 55.- La educación tiene los siguientes fines: lograr el desarrollo integral de la personalidad en su dimensión espiritual, moral y social; contribuir a la construcción de una sociedad democrática más próspera, justa y humana; inculcar el respeto a los derechos humanos y la observancia de los correspondientes deberes; combatir todo espíritu de intolerancia y de odio; conocer la realidad nacional e identificarse con los valores de la nacionalidad salvadoreña; y propiciar la unidad del pueblo centroamericano”.

De igual manera, si realmente se quiere combatir la violencia en todos sus niveles y expresiones, debería promoverse leyes que regulen la todo poderosa programación de los medios de difusión masiva, ¿o es que hay temor de enfrentar a este amo capitalista?

Que a dejado evidencia de ser uno de los destructores de los valores mas primordiales de nuestra patria. Cabe preguntarse ¿Cuál es el compromiso que los partidos políticos tienen con este señor? Que no dicen nada ante sus vulgares programas, o será que los que dirigen el Estado piensan bajo el “principio democrático” que es responsabilidad de los padres de familia que programa verán u oirán sus hijos.

Y finalmente cabe preguntares, ¿dónde está la ley de Espectáculos Públicos? y el Comité Colegiado garante de aplicar dicha ley, a qué intereses responde? Y los aplicadores de la ley, es decir Jueces, Fiscales, Procuradores, Policías y todo el gremio de abogados, a qué intereses responden; al del dios del dinero para satisfacer sus más trasnochadas ambiciones, o al decoro, la justicia y las buenas prácticas morales. Todos estos elementos en su conjunto deberían ser las herramientas suficientes y necesarias para controlar y contrarrestar la violencia.

Si realmente no existe una verdadera actitud de cambio, muy poco se podrá hacer para resolver el problema de la violencia y el crecimiento de grupos irracionales llámense estos maras u otro tipo de nominación, pues el corruptor siempre necesitará a quien corromper. Y el explotador de clases ávido de riquezas siempre buscara nuevas formas para someter y alcanzar así sus mas nefastas y putrefactas ambiciones y por muy nobles que parezcan estas no dejaran de ser nocivas para la sociedad y la patria.

Autor: Victor Hugo.
Compañero de La  República