Vh nos sigue diciendo:
El hombre nuevo: el marero. La nueva sociedad: las maras
La institucionalización de la moral marera: incapacidad y parasitismo (continuación)
Muchos son los programas y diversas las entidades gubernamentales y no gubernamentales que están involucradas en el fenómeno de las maras, pero ninguna de estas ha tenido hasta el momento el mínimo resultado. Contrario a lo que dice Manuel Melgar, ministro de Justicia y Seguridad Pública, sobre el control del problema y de la eficiencia y eficacia de los planes, la realidad nos demuestra, nos confirma y reafirma cotidianamente con hechos fatídicos que vamos en rotunda caída a peores condiciones en cuanto al estado de sitio impuesto por las maras a los sectores populares.
Por otra parte, en lugar de crear y construir soluciones se han dedicado a darle importancia y recursos a la burocracia construida alrededor de la crisis de las maras. Una burocracia que no es más que un modo de hacer dinero, obteniéndolo a través de préstamos y donaciones internacionales para sostener y financiar las distintas instituciones gubernamentales correspondientes al caso, sin que estas hayan mostrado resultados.
También funcionarios de una buena mayoría de entidades no gubernamentales se han enriquecido o han hecho su modo de vida, de empleo a través de la gestión y captación de fondos de la cooperación internacional amparadas a la justificación de que trabajan en acciones o programas paliativos o de búsqueda de solución al problema, las que igual que las de carácter estatal tampoco pueden demostrar su eficiencia y eficacia.
Lo que en realidad ocurre al respecto es que del dolor, del luto, de la zozobra, de las incertidumbres y de la muerte consuetudinaria del pueblo han hecho un negocio favorable a sus intereses personales. Las entidades son un medio para la captación de fondos que luego se despilfarran y malversan de mil maneras dentro de la burocracia, pero logran encubrir la verdadera intención de no enfrentar frontalmente el problema porque se ha convertido en una fuente de dinero.
El gobierno actual —como los gobiernos anteriores—, el único recurso que ha encontrado disponible para enfrentar el fenómeno y enfermedad de las maras es la propaganda, la que en el fondo es un modo de encubrir la incapacidad de los funcionarios e instituciones.
Si bien es cierto que la burocracia no ha sido erigida en este gobierno, está siendo soliviantada por este y por sus funcionarios de todo nivel, jerarquía y tiempo, dentro de un laberinto de burocracia que constituye una oportunidad para darle qué hacer a muchos que no tienen la capacidad, el interés ni la voluntad de resolver el problema, pero que son capaces de adular, de sobar lomos, de prestarse a designios, a voluntades, a intereses personales y políticos, a arreglos partidarios y pactos vulgares.
Cuando Melgar, Funes y su gabinete, parte de la dirigencia del fmln y diputados de este, consideran que el problema de las maras está bajo control y que todos ellos juntos han hecho mucho, han impulsado planes cuyos resultados aunque no sean evidentes los catalogan de contundentes, es porque ellos no viajan en bus ni microbús. No almuerzan en los comedores populares que pagan extorsiones, no van a comprar o fiar a las tienditas que pagan cuantiosas rentas. No viven sitiados por las maras. Bueno, por las maras de las zonas marginales, las comunidades y las colonias populares.
El hecho de que Melgar y Funes utilicen los mismos vericuetos, estratagemas propagandísticas y poses gastadas de la derecha, de arena, a la hora de exponer sus supuestos logros o de informar o pronunciarse sobre los hechos de violencia, de justificar y a la vez negar el incremento desmesurado de homicidios manifiestan la carencia de una comprensión, de una concepción, de un conocimiento, de una conciencia, del compromiso social imprescindible para enfrentar este cáncer social que está asesinando paulatinamente al pueblo.
El más grande y abominable crimen terrorista del pasado 20 de junio sufrido por nuestro pueblo en Mejicanos a manos de las maras, deja en evidencia no sólo la indiscutible incompetencia, ineptitud, falta de idoneidad y mediocridad del funcionario a cargo de la entidad de Justicia y Seguridad Pública, sino de toda la estructura gubernamental, estatal y legal, y sobre todo la indiferencia de éstas ante la problemática.
No pueden argumentar o no se les puede creer —aunque algunos de la izquierda se atreven a insinuar esta falsedad— la argumentación, la justificación de que la masacre del 20 de junio así como el incremento desmesurado de los asesinatos y actos criminales diarios de las maras obedece a un plan, a una campaña política premeditada de desestabilización a la que está siendo sometido el actual gobierno.
Esto nos lleva a la conclusión de que para estos sectores tienen más importancia los réditos políticos y la acumulación de votos que pueda hacerse sobre la base del tema maras para la campaña electoral, que imbuirse en la problemática.
Hay quienes han llegado incluso a insinuar que el propósito de este incremento de crímenes es derivar en un golpe de Estado en virtud de la incapacidad del gobierno para enfrentar la problemática. Ambos argumentos traen intrínsecos más bien llamados electoreros para cerrar filas partidarias contra la derecha —contra arena— y un despiste premeditado por parte de la dirigencia del fmln para mantener la distracción de la militancia de izquierda y de la gente frente a la realidad de la incapacidad del gobierno y el Estado en general, de haberse ya encaminado en soluciones que vayan demostrando con avances concretos que se tiene al menos idea y voluntad de cómo enfrentar a las pandillas y el crimen organizado.
Decimos que al menos se debería tener idea cuando no un plan, que es lo indispensable. Hasta el momento no se ha escuchado ni sabido sobre un análisis e interpretación oficial seria y profunda, un enfoque o punto de vista gubernamental acerca del fenómeno porque no lo tiene. No poseerlo implica estar perdido, porque un mínimo análisis que identifique, que dé una idea de lo qué es el problema permite tener un punto de partida. Ningún plan puede partir de la nada.
El acercamiento al problema o la problemática define una concepción sobre este, y permite dilucidar el rumbo o los rumbos para enfrentarlo, las estrategias para abordarlo. Lo que hasta hoy hemos escuchado y ha llegado a nosotros como información es lo mismo que la derecha, arena, ya ha planteado reiteradamente desde hace dos gobiernos anteriores. Los planes también son idénticos en muchos de sus aspectos. Es como que estuviéramos escuchando a arena, a los presidentes anteriores, a René Figueroa como ministro de Justicia y Seguridad Pública, y al coena refiriéndose al tema cuando lo hace la dirigencia y diputados del frente.
Ni siquiera en esto ha habido cambios. Ni siquiera en las ideas al respecto se perciben cambios. Ni siquiera en la propaganda hay cambios de enfoques, de mensajes. Estamos frente a una auténtica carencia de creatividad y falta de ideas propias. En general, nos encontramos bajo la misma forma de administración de arena, bajo los mismos mecanismos de gobierno de la derecha.
Aunque es cierto que en cuanto al abordaje del problema de las maras —que ya se ha convertido en un asunto crítico de seguridad nacional, seguridad pública y seguridad ciudadana—, medra el factor de oportunismo político del que está queriendo sacar provecho la derecha a través de sus instituciones partidarias, sus medios de comunicación dominantes y su prensa propagandística, y aunque haya sido engendrado y criado por ésta, también es cierto que las maras no son un imaginario, sino una realidad palpable, sufrible diariamente que se halla profundamente arraigado más allá de la mera manipulación política-partidaria y electorera, al que la gente está esperando que se enfrente adecuada y efectivamente, cuya única medida de evaluación serán los resultados que se evidencien en la vida diaria de los habitantes de las colonias, zonas marginales, comunidades y las calles.
El hecho de que se pretenda manipular con la idea de que el problema de las maras está sobredimensionado por los medios de comunicación a razón de considerarse como estrategia de ataque informativo y manipulación política de la derecha —es decir llevado a propósito al extremo o la exageración de su existencia y sus acciones—, y que la dirigencia del fmln, sus diputados, y los funcionarios y gobierno de Funes se sostengan y cobijen con que además es producto de la derecha no es más que un ardid soberbio de reducir todo al plano electorero.
Las maras nunca han sido un problema electorero tal como lo abordan las dirigencias del fmln-arena, a pesar de que ambos partidos lo manejen desde esta perspectiva en sus campañas y en sus estrategias discursivas al interior de sus militancias y activistas, echándose unos contra otros las culpas con el afán de ganar mejor posicionamiento sobre el tema. Las pandillas tienen carácter social y cultural, y legal, y es un asunto de vida o muerte diaria del pueblo.
Actualmente, el gobierno y sus instituciones están actuando con su propaganda idéntico a como lo hacía la fuerza Armada en el tiempo de la guerra. Tónica que continúo por todos estos años anteriores con arena ya respecto a las maras: una propaganda de guerra sin combates, una guerra sicológica sin enemigo concreto, una propaganda y guerra sicológica destructiva de la moral social porque en el terreno de la realidad ha sido infructuosa, sin resultados.
Con que se haya capturado a quienes cometieron el acto terrorista del 20 de junio, y que se nos presenten muchas otras más acciones policiales de capturas con el afán de inculcarnos tales operativos como grandes logros, lo único que deja demostrado es que se pretende abobar las mentes y despilfarrar el dinero regalándoselo a los medios de comunicación de Eserski, no resolver el problema.
La investigación, persecución, captura y trabajo diario de combate a la delincuencia y crímenes de las maras va muchísimo más allá de los operativos policiales —aunque tenga esta laboral de la PNC una importancia fundamental y deba reconocerse la delicada y arriesgada tarea de los buenos policías—, porque la problemática de las maras tiene su génesis en la familia, en las casas, en las esquinas, canchas y lugares públicos de las colonias, las comunidades, en las zonas marginales, en la economía informal de las calles, las escuelas, en las relaciones amistosas, en los grupos y colectivos sociales, es decir en las formas y contenidos en que se construyen los entramados de la reproducción social y cultural de los hábitos, interacción e intercambio de costumbres y relaciones, o sea tiene origen en por qué y cómo reproducimos valores, principios y humanidad desde la familia hasta las demás esferas sociales.
Las canchas, otrora considerados recursos idóneos para reducir el riesgo social de niños y jóvenes de que se involucraran en las maras vía el entretenimiento y esparcimiento sano, ha dejado de tener validez, ha dejado de ser una panacea. Las canchas, por el contrario, se han convertido en un terreno de planificación de operaciones delictivas y crímenes, de reclutamiento y de muerte. Esto significa que no es sólo con infraestructura, entre esta las cárceles, que se precisa combatir el mal. Estas ideas, estos medios como perspectiva de solución, son insignificantes a la hora de abordar la problemática.
Por otro lado, la verdadera eficacia, efectividad y eficiencia del trabajo policial es sólo posible dentro de esa dimensión del problema, combatiendo lo que le corresponde desde sus competencias, desde sus trincheras, y con los medios, formación y preparación de capacidades y recursos humanos idóneos para hacerlo. No puede ir más allá, aunque quisiera.
Por ejemplo, solemos culpar a la policía porque los delincuentes y asesinos mareros ya sean mayores o menores de edad quedan libres de cargos y se pavonean entre el vecindario con sus escarapelas ganadas en cada delito, con cada asesinato, con cada asistencia impune ante los juzgados o cárcel, y este ya no es el terreno de la PNC, sino de las instancias incompetentes de la Fiscalía y los Juzgados, y las leyes permisivas que alimentan la impunidad.
Sobre los procedimientos legales hay que poner una atención insoslayable y de prioridad, pero no única. Tampoco será el remedio que cure todos los males. Primero porque no existe un cuerpo, una composición legislativa, no existen diputados comprometidos con la realidad y vivencia social en quienes se pueda depositar la confianza y credibilidad para la formación de leyes adecuadas al momento histórico y que partan de investigación, análisis e interpretaciones jurisprudenciales y éticas exhaustivas surgidas de nuestras propias realidades y necesidades, que son las condiciones indispensables para la formación, creación y surgimiento de una ley. Uno porque no hay capacidad para esto entre los diputados, y luego porque no hay verdadera voluntad por parte de ninguna de las dirigencias de los partidos políticos, y por último porque el actual gobierno ya demostró que está en iguales condiciones y circunstancias que los otros.
Sino veamos la incompetencia, ineptitud y carencia de voluntad de cumplir con sus obligaciones por parte de la Fiscalía, no sólo en cuanto a las maras de las colonias y comunidades, sino también con relación a todos los otros temas de interés nacional.
Pero, ¿por qué la entidad está bajo estas condiciones de negligencia, displicencia y encubrimiento? Porque el fiscal general es el resultado de transes turbios, amañados, connivencias, pactos vulgares y de intereses de grupúsculos entre Funes, arena, Cristiani, Saca, gana, pcn, pdc y la dirigencia del frente que se encerraron a decidir al respecto sin tener en cuenta la realidad y necesidad de la sociedad. Idéntico fue el proceso para la elección de la Corte Suprema de Justicia, de la Sala de lo Constitucional.
Por esta verdad es que no puede ni la dirigencia del frente ni los diputados de este partido ni el gobierno de Funes ni sus ministros y funcionarios de segundo nivel apoyarse en que la negligencia, incapacidad y falta de voluntad de estas instancias se deba a que responden a los intereses de la derecha, de arena —aunque esto es cierto, es real—. No deberían ni siquiera mencionarlo porque son ellos quienes los llevaron, quienes los tienen allí, quienes por propia voluntad los pusieron allí, son culpables, cómplices y hechores de ese desastre.
En pocas palabras son actores intelectuales y materiales de una estructura de Justicia que se dedica a las injusticias en todas las formas habidas y por haber.
Por otro lado, si bien el fenómeno de las maras responde a una jerarquía y estructura más elevada que es el crimen organizado, las pandillas son también en sí mismas una estructura sólida que posee su propia naturaleza, su propio carácter, su propio albedrío, su propia dinámica de evolución que se ha cimentado ya con sus propias capacidades de organización y acumulación, sus propias capacidades de operación, sus propias capacidades de conquistar recursos, sus propias capacidades de infiltración en ciertas entidades Estatales como la PNC, Fiscalía y Juzgados.
El crimen organizado en cambio toca a otras esferas del poder, las de verdadera capacidad de decisión estratégica del Estado y del poder económico.
Las maras poseen su propia concepción de existencia. Una concepción que multiplican y que las hace acumular fuerza social a través de la organización, del reclutamiento. Su más importante y relevante capacidad de acumulación se halla en su potencialidad de mostrarse como una fuerza social viva, que vive y se reproduce a partir de introyectar, de inculcar una particular cultura socializadora.
Engendran y reproducen hábitos, costumbres, modos de socialización, modos de pensar, modos de interacción e intercambio sociales capaces de penetrar en la cultura y la sociedad, por medio de hipnotizar sectores sociales vulnerables a condición de encontrarse estos en carencia de principios y valores morales, éticos y humanistas como la solidaridad, como la justicia, como la capacidad creadora y transformadora de los seres humanos, como el respeto y el valor imprescindible de la familia, como la dignidad alcanzada por los méritos del trabajo, como la importancia transformadora de la educación y el conocimiento, como el respeto a la dignidad individual y colectiva, y como el del respeto a la vida, entre otros.
Sin una concepción de vida forjada y fundada en este tipo de principios que se demuestren, que se practiquen en las distintas dimensiones de la actividad individual, familiar, colectiva e institucional resultará imposible avanzar, por la vía del reemplazo, hacia la erradicación de manera paulatina pero sostenida de las maras en nuestras generaciones de niños y jóvenes.
Una sociedad injusta reproduce injusticias y produce interminable y indefectiblemente una sociedad injusta. Las maras son el resultado de una sociedad, de un modelo de sociedad injusta consolidada ya en un modelo de vida injusta en 21 años, que para que pudiera imperar había que destruir todo valor humano, ético, moral y social como el de la solidaridad, por ejemplo, que diera paso a que germinara el individualismo exacerbado, el desprecio a la vida de los demás y a las prácticas más despiadadas del parasitismo social.
En estas condiciones, la familia y la sociedad se convirtieron en terreno fértil para el cultivo de esta nueva sociedad: la de las maras. Los mareros no son otra cosa que el fruto, la cosecha de lo que hemos sembrado con la indiferencia social, y sus crímenes galopantes y consuetudinarios no son más que las ganancias que hemos obtenido en este país convertido en mercado de toda clase de mercadería de la moral más barata, chatarra, donde se vende sin tener el menor valor toda clase de mercadería electoral, donde se venden a granel toda clase de antivalores y se despilfarra la humanidad.
La permisividad social y legal juega un papel importante a consecuencia de haber mal interpretado una realidad de acabose tan absurda, donde el crimen y la delincuencia son premiados con grandes méritos y beneficios. La corrupción, las dirigencia políticas, los funcionarios públicos incompetentes y la casta de políticos de todas las variedades son premiados con aplausos y puestos de poder, igual que es recibido y premiado por sus clicas y por sus simpatizantes, por sus admiradores el marero al salir de la cárcel, quien con cada entrada y salida de la cárcel, con cada asesinato recibe una especie de condecoración que le arroga el mérito de escalar en la estructura a un peldaño más de mandamás.
De ahí mismo es que proviene la falta de importancia al problema mostrada por Melgar y Funes, que cuando se refieren a éste lo hacen sin el menor interés, lo que es de suma preocupación porque con ese comportamiento, nos están queriendo convencer de que las maras no existen y como que si no estuviéramos en condición de crisis.
Negar que es fundamental enfrentar estas cosas del presente que traen en su haber o que están construidas sobre la base del pasado, de un pasado reciente y presente que impera todavía al lado de ellos en las instituciones que dirigen y que se manifiesta por todas partes de la actividad social, y que además está siendo alimentado por ellos mismos en la actualidad con su incompetencia y con su falta de interés y con sus formas nefastas de administración pública, similares y muchas veces peores de cómo lo hizo arena, es una manera de decir no hay que jalar el hilo, no vaya a ser que se me deshile el calzoncillo. Dejemos en paz las cosas del pasado, ya no cuentan, ya son pasado. Allí se sepultan, se esconden las intenciones presentes y las tendencias del futuro. Así se cierran los asuntos vitales.
La actitud de ambos funcionarios, como de muchos otros y de la sociedad misma, es como la de quien después de algunas dolamas va al médico y al final de varios estudios le diagnostica cáncer en fase temprana, pero se resiste no sólo a aceptar el diagnóstico, sino a enfrentar el problema y a someterse a tratamiento. Cuando tiempo después vuelva al médico con la agonía de la muerte cercana, se va a enterar que ya es demasiado tarde y será imposible por innecesario siquiera tomar un tratamiento. Un cuerpo destruido, colapsado por metástasis sólo puede someterse a la espera de la muerte.